viernes, 23 de julio de 2010

Las tapas en Jerez. Segunda parte. ¿Dónde está el Nuevo Savarín?




En nuestro primer viaje a Jerez, empezamos por consultar información sobre esta ciudad. Por supuesto, nuestras consultas se orientaron, sobre todo, a la gastronomía económica aplicada: dónde y cómo comer sin acabar fregando los platos del restaurante. Entonces, como si fuéramos antropólogos alienígenas, descubrimos que lo interesante en Jerez son las tapas. Pensaréis que debíamos descubrirlas probándolas, pero dimos con una guía de bares de tapas de Jerez. Internet no tiene cura.

Entre otros bares jerezanos, llamó nuestra atención el Nuevo Savarín, en la plaza de Aníbal González, junto a la glorieta del Minotauro, al sur de la ciudad. Nos alojábamos en el hotel Sherry Park, en la avenida Alcalde Álvaro Domecq, al norte.

No conocíamos la zona conque, con Google maps por montera, tomamos al camino más corto: al sureste, pasando por la puerta de la plaza de toros, bajando la avenida de Nuestra Señora de la Paz hasta la glorieta del Minotauro, al lado de la plaza de Aníbal González. Dicho y hecho.

El camino empezó bien, por barrios de casas matas, pasando por la plaza de toros, más casas matas hasta llegar a la avenida de la Paz, con sus colmenas, zona industrial y calzada en plan circunvalación, pasando por tramos infranqueables en los que hay que cruzar por debajo de la vía principal. Sabemos que las rutas a pie de gmaps están en prueba, pero aquello fue cruel. Al final, tras varias discusiones sobre la exactitud de la ruta, llegamos a la plaza donde estaba el bar.

En otras incursiones, decidimos tomar calle Larga, por el mismo centro, y luego torcer a la izquierda por calle Medina, que llega directa a la glorieta. Más largo, pero sin lumpen, cinturón industrial ni catacumbas. De vicio.

Primera visita del ángel del Señor

Llegamos al Nuevo Savarín, que se encontraba en una plaza un poco encerrada entre varios edificios. Nos atendió un chico muy atento llamado Mariano, del que ya habíamos leído en Internet. Pedimos un par de cervezas y nos trajo también patatas aliñadas para acompañar, cortesía de la casa. Le preguntamos cuáles eran las especialidades y nos habló de los bastoncitos de berenjena, los monederitos de perdiz y el solomillo con salsa Savarín y con salsa al Pedron Ximén. Dicho y hecho.

Pedimos esas cuatro cositas y varias cervezas. Las salsas del solomillo eran muy mojables. Las berenjenas eran fritas, con salsa de soja y miel, pero presentadas con gracia y en bastones. Los monederitos, una especie de empanadillas con pasta fina frita, estaban de muerte. La cantidad, la calidad y la presentación fueron excelentes, y el precio, unos 16 euros, más bien tirado. Todo esto ha contribuido y contribuirá al mito. La otra parte es que el bar ha desaparecido.

Segunda visita del alacrángel San Grabiel (sic.)

La segunda vez, al final de este primer viaje a Jerez, no había sitio en la terraza de fuera, y decidimos probar un poco de todo, aparte de una ensalada de puerros cocidos y quicos. Brutal.

Hemos de decir que se les acabó la cerveza de barril. Un poco bastante imperdonable. La situación se agravó cuando pedimos una Alhambra Reserva, de éstas un poco tramposas que llevan maíz en la receta, como aprendimos en aquella impagable entrada del Filósofo cervecero, por consejo del amigo Mariano. Lo malo es que no estaba fría. Eso es ya excomunión, por supuesto.

En ese viaje, a pesar de la Alhambra 1925 caliente, el Nuevo Savarín consiguió una imagen ideal de la tapa barata, bien servida, abundante y rica en Jerez.

El misterio divino

En 2010, hemos vuelto a Jerez de la Frontera, buscando lo mismo, es decir, la playa de Valdelagrana, El Romerijo y, ahora, las tapas jerezanas y, claro, el Nuevo Savarín. La segunda noche de nuestro viaje de este año, bajamos calle Porvera (nos hospedamos en el Prestige Palmera Plaza, como ya sabéis), calle Larga, después calle Medina y, al llegar a la plaza de Aníbal González, nos encontramos con el bar cerrado y otro nombre (no recuerdo cuál) en la puerta. Volvimos al centro y comimos en La cruz blanca (ya hablaremos de eso) y, al día siguiente, intentamos recabar información en la red sobre lo que había pasado. Llamamos a varios teléfonos, fijos y móviles, que encontramos en Googlelandia. Nada. Algunos no existían, otros no cogían, en otros nos habíamos equivocado. Preguntamos a los de la recepción del hotel, pero no llegaron más allá. Decidimos que habrían cerrado.

En cuanto a los cotilleos, leímos en cierto blog que Mariano, el camarero, ya no andaba por allí, pero es que tampoco el bar andaba por allí. Quizá Mariano era el bar, y ahora defiende los bastoncitos y los monederitos en algún lugar de Jerez, de Londres o del espacio exterior. Si es así, que la Fuerza le acompañe.

No sabemos si recomendar este bar, porque no sabemos si existe. Por supuesto que sí lo hacemos. Si hemos perdonado una cerveza caliente, debe de ser bueno. Eso sí, si alguien lo encuentra, quizá pueda contratarlo. Y nos ponemos en plan Paco Lobatón. Nos pica la curiosidad. Sería como si vieran a Jimi Hendrix tocando en la calle Larios, o Larga.

Se despide, con la mente llena de incógnitas, buscando un membrillo,

luis r,
desorientado y desatado Mulder-Scully de Postre o café.










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