jueves, 28 de octubre de 2010

Las tapas en Jerez. Ocho y medio.
El gorila





Hablamos de nuevo del segundo advenimiento de los argonautas a Jerez de la (última) Frontera. Queremos que nuestros numerosísimos lectores nos disculpen por la tardanza extrema. El éxodo rural y el mundo hipotecario nos ha estado impidiendo una correcta relación con la blogosfera. Estamos, empero, de vuelta, como siempre, la mar y la montaña de posmodernos.

Perdida la necesidad de innovar, cautiva y desarmada la voluntad y la inteligencia por los tratos con la banca que siempre gana, los recuerdos nos juegan malas pasadas y las verdades se mezclan con las mentiras. Vamos, sin embargo, a separar el grano de la paja y a dejar las infinitas posibilidades del pensamiento único a un lado para ponernos prosaicos y hablar de lo terrenal y, de lo terrenal, de lo digestivo y, de eso, de la cervecería Gorila.


El Gorila, sito en la plaza de Plateros de Jerez, es una mezcla de pizzería, bar de tapas, cervecería y hamburguesería, que se solapan de forma natural sin que una cosa quite la otra. Ya de todo esto hace tanto tiempo que no podemos transmitir sino sensaciones. No obstante, este cuaderno de bitácora se basa, precisamente, en el sabroso mundo de la gastronomía subjetiva, en ese enigmático poso de afecto culinario, en aquello en lo que todos creemos, que permanecerá en nuestra alma mortal de necesidad por los siglos de los siglos, o durante unos días.


    
Saliendo de la esfera metafísica y muy secular que nos pierde, vamos, como de costumbre, a la parte carnosa del muslo. El Gorila es una cervecería y, como tal, sirven cervezas variadas e internacionales de botella. Lo mismo puede beberse una belga de abadía, sea lo que sea, que una Weissbier con su posillo de trigo, espesa y refrescante de manera extraña. Yo me suelo mover en el mundo de la cerveza de barril, ya me conocéis, conque, como siempre, tinto con limón y cerveza de la casa. No habría estado mal degustar una Chimay o una Judas, y por supuesto una de trigo, pero no hay que engañarse. El barril da un frescor y un tono a las cañas que no tienen las botellas, que en muchos casos pecan de calientes. Para botellas, solemos usar el congelador de casa media hora antes de tomarlas. Hay puristas que se llevarán las manos a la cabeza. Cierto es que el congelador mata un poco la preciada levadura, pero la cerveza caliente, al igual que el café frío, es anatema. Con más razón a la hora de degustar una de nuestras gloriosas marcas nacionales. Y de glorias locales fue la caña, que probé y vi que era buena porque estaba fría, y fría porque era de grifo. Vaya, acabo de enterarme por la carta del enlace mencionado de que sirven algunas de las cervezas anteriores, versión barrílica. Quedáis avisados. Para nosotros, otra vez será. De todos modos, no confiéis nunca en una nevera que no sea la vuestra. 


Tras esta valiosa sentencia, dejamos al etílico país de las maravillas para soñar con el Gorilazo, las Goripizzas y las múltiples salchichas de fantasía en un batiburrillo de grasas saturadas y comida española, oriental, alemana o rápida de corte italiano. Y es que nuestro simio jerezano toca muchos palos. La carta, con precios clementes y misericordiosos, incluye muestras gastronómicas propias de la zona, como la chacina ibérica variada, el queso, con y sin salmorejo, el salmorejo propiamente dicho, o la tortilla, sin salmorejo o con él. De estas delicias autóctonas, se nos antojó apetecible la tortilla con salmorejo. No habíamos conocido tortilla aún en Jerez y estábamos nostálgicos del salmorejo de La cruz blanca, conque decidimos darle un tiento. Esta receta resultó lo mejor del bar. Una tortilla ligera, de las que se puede soñar la clara batida, en su punto, ni muy seca ni cruda y, sobre todo, recién hecha. Nada de la roca mesozoica de ciertos bares de tapas con levadura y cortada en lonchas de chopped.  En cuanto al salmorejo, correcto, sin pasarse con nada pero sin nada especial. No llegaba ni mucho menos a la experiencia de los boquerones con salmorejo de aquella vez, pero la tortilla compensaba la afrenta con creces.


Hacemos un alto en el camino para un aviso. A este bar hay que ir con hambre. Detenta menús opíparos y a bajo precio que harán las delicias de esa mezcla de Obélix y Carpanta que todos llevamos dentro. Un Gorilazo, con pizza, surtido de salchichas, tapas y bebidas por menos de veinte euros, pensado para cuatro comensales corrientes o para tres o dos devoradores de carne humana, es del todo recomendable, o lo parece. Nosotros cometimos el error de visitar a nuestro Gorila desganados, tras unos días en una nube de tapas, carne, pescado y marisco, y con el estómago más bien en pie. La vida es una terrible sucesión de desgracias, ya veis. Esto sólo nos dejó ver la punta del tejado gótico del glorioso monumento a la gula, del Xanadú de las comilonas, del sueño LDL de Santa Claus y de la coleta del luchador de sumo feliz. En fin, que no pudimos degustar el Gorilazo, pagando, al final, más o menos lo que habría costado la montonera pitanza.


Los afectos al salchicherío alemán son conocidos en este blog, ergo no pudimos salir del Gorila sin darle a la salchicha. Pedimos unas salchichas finas, largas y rumanas con un par de salsas. Un poco duras, como por otra parte nos avisó el camarero, pero más que correctas. Coparon, por así decirlo, nuestras necesidades longaniceras para unos cuantos años. Quiero decir que quizá una bratwurst hubiera sido más de nuestro agrado. Otra vez será. Siempre hay tiempo para caer en una olla de grasa saturada, y caeremos, vive Dios.
    

Vamos con el otro vértice del triángulo, la tercera persona del plural de esta trinidad desmedida, el contrapunto a tanta fritanga. Pedimos, por último, unos pinchitos en plan teriyaki con arroz. El arroz resultó largo, y los pinchitos eran resultones. Pollo con algo de dulce y algo de salsa de soja. El que conoce a este bloguista sabe que al Este se lo perdona todo. Por otra parte, quien ande buscando el membrillo de la verdadera cocina oriental y cual, ésta no es la suya. No digo que huya a un chino a tragar glutamato monosódico a granel. Mejor visitar el Gorila y pedir una tortilla.




luis r, 
barbudo y baboso babuino beodo de Postre o café.